Harta de esperar que José Alfaguara, Pedro El Corregidor, María Sudamericana o cualquier otra editorial poderosa se diera cuenta de mi talento, para que luego pudiera suceder tooodo esto, decidimos dedicarnos a trabajos poco apasionantes y llevar adelante una vida clasemedia sin muchos horizontes, alquilando un PH en Villa Ortuzar (el 6º, para más datos, el último del pasillo) de 3 ambientes y un patio de 1x1.
En el humilde habitáculo de cemento nos acomodaremos ella y yo y, con el tiempo, sumaríamos la prole: La pequeña Hilda Karina y el niño Ruben Héctor (tengase a bien acentuar Ruben en la u), a quien apodaremos muy cariñosamente El Rulo.
Así pasaríamos una existencia cuasi peronista: de casa al trabajo y del trabajo a casa; llevando los niños al colegio, al club para que Ruben haga fulbo y a danzas para que la Hildita haga algo y no esté deambulando en casa.
Y, por supuesto, soportando que los vecinitos se asomen a la ventana al grito de Señoooooooraaa, puede el Rúben salir a jugar?
En el humilde habitáculo de cemento nos acomodaremos ella y yo y, con el tiempo, sumaríamos la prole: La pequeña Hilda Karina y el niño Ruben Héctor (tengase a bien acentuar Ruben en la u), a quien apodaremos muy cariñosamente El Rulo.
Así pasaríamos una existencia cuasi peronista: de casa al trabajo y del trabajo a casa; llevando los niños al colegio, al club para que Ruben haga fulbo y a danzas para que la Hildita haga algo y no esté deambulando en casa.
Y, por supuesto, soportando que los vecinitos se asomen a la ventana al grito de Señoooooooraaa, puede el Rúben salir a jugar?
*El cómo llegaron los niños a nuestras vidas es otro capítulo