Imagine you and me (II)

Y al fin arreglamos para vernos por primera vez: quedamos en encontrarnos en Las Violetas a las 17.30. Era mayo, y como todo mayo, gris e impredecible.

O tenía una clase hasta las 5, así que salí presurosa de la facultad y caminé, rauda y veloz hasta la confitería esperando no llegar tarde.

La verdad es que no tenía una clara noción de cómo era ella, pero ella si sabía cómo era yo, porque había visto un par de fotos mías, así que no me preocupaba el hecho de que estemos las dos dando vueltas en la misma esquina sin encontrarnos.

Llegué, segundos antes de la hora convenida. Acá cabe aclarar que soy (o al menos era) una loca por la puntualidad, con poca paciencia y, más que poca paciencia, poquísima tolerancia. El día estaba raro, con viento, pero no del todo frío, con un cielo gris plomo que en cualquier momento se caía, como lo había hecho durante toda la mañana.

Miré hacia un lado, hacia el otro, me coloqué estratégicamente para poder ver las otras 3 esquinas y las salidas del subte. Pasó un rato y nada, 2 ratos y todavía nada. Pasó un ratón y ni noticias.

Me crucé al locutorio que estaba enfrente (ventajas de transitar por Buenos Aires: debe ser la ciudad con más locutorios/cybers per cápita del mundo) y revisé mis mails por las dudas que me haya mandado uno a último momento y niente, nada, cero. Yo le había dejado el número de mi celu por las dudas, así que al pobre lo estrujé durante todo el tiempo que me dediqué a deambular por las 4 esquinas esperando que llegue.

Miré mi reloj, eran poco más de las 6, hacía cada vez mas frío y lloviznaba un poco, así que, con mucha pena, decidí volverme a mi casa.